EL EJERCICIO FÍSICO, UNA FÁBRICA DE COLESTEROL “BUENO”
El colesterol es un elemento peligroso. Peligroso para la salud, se entiende. Pues cualquier persona medianamente informada acerca de los males que afligen en nuestros días al hombre occidental sabe que, cuando el colesterol se haya en exceso, puede depositarse en la pared de las arterias, en especial de las coronarias, dando origen a placas llamadas eteromas.
Estas placas dificultan el paso de la sangre que ha de llevar oxígeno al músculo cardíaco y, con la inoportuna participación de coágulos a trombos de sangre que se forman sobre ellas, provocan obstrucciones que son el origen de los infartos.
Pero no todo el colesterol es malo. Una parte de él, el que se presenta en forma de “lipoproteínas de alta densidad”, lo que en lenguaje médico corriente se expresa en HDL, de “high density lipoprotein”, no participa en ese letal mecanismo. Es más, hoy se sabe que, de algún modo, evita que el colesterol malo se deposite en las arterias y, por lo tanto protege así de la ateromatosis y de sus fatales consecuencias.
Es conveniente tener la cifra de colesterol en la sangre lo menos alta posible. Pero lo más importante es gozar de una buena proporción de ese colesterol protector ligado a las HDL. No resulta fácil conseguir la necesaria abundancia de HDL, porque ese tipo de lipoproteínas se produce en el organismo con independencia hasta cierto punto de la composición de la dieta. Hoy sabemos que los regimenes con abundantes aceites insaturados de pescado son beneficiosos. Parece que gracias a ello, los esquimales sufren menos de ateroesclerosis. Pero hay otra curiosa manera de elevar la proporción relativa de HDL en nuestro organismo: el ejercicio físico.
Abundantes estudios llevados a cabo estos últimos años demuestran que el ejercicio físico, la actividad muscular, resulta en una mayor proporción de colesterol en forma de HDL. Se puede decir, pues, que el ejercicio, tan beneficioso para la salud en muchos otros aspectos, constituye un buen medio para la protección contra la ateroesclerosis y sus consecuencias. ¿Porqué y cómo el ejercicio aumenta las HDL? Investigadores británicos plantearon un experimento, realizado mediante el estudio de hombres sanos para confirmar su hipótesis de que las HDL se forman en el seno de los músculos en ejercicio.
Lo que ocurre es que las fibras musculares, para contraerse, requieren de gran cantidad de energía. Una buena parte de esta energía procede de la degradación de las grasas, mediante el proceso denominado lipolisis, que es gobernado por una enzima llamada “lipoproteinlipasa”.
Así, pues, en el seno de un músculo en actividad, se produce gran cantidad de esta encima, tanto que no toda ella es consumida. El exceso pasa a los vasos sanguíneos del músculo. Ese sobrante actúa entonces sobre las grasas de la sangre. Algunas de ellas proceden del intestino tras la absorción de los alimentos. Van en forma de kilomicrones, o partículas submicroscópicas de grasa con elevado contenido en colesterol. La lipoproteinlipasa actúa sobre los kilomicrones y los transforma principalmente en HDL, en lipoproteínas de alta densidad. El experimento consistió en determinar la cantidad de HDL y otras fracciones de lipoproteínas que entraban en el antebrazo por la sangre arterial y las que salían del antebrazo por la sangre venosa después de un ejercicio de contracción isométrica. Esto en ayunas y una segunda vez tras la ingestión de 75 gramos de emulsión de grasa y colesterol.
En el experimento llevado a cabo en ayunas, la cantidad de HDL que llevaba la sangre que salía de los músculos del antebrazo tras el ejercicio era prácticamente la misma que la que entraba. El ejercicio en si mismo no producía aumento de HDL. Pero en el experimento llevado a cabo tras la fuerte ingestión de grasa, en la sangre que salía del antebrazo aparecía una importante cantidad de HDL. El experimento se refiere a una zona muy delimitada del organismo. Pero si imaginamos grandes masas musculares del cuerpo en ejercicio, podemos calcular que la producción de HDL puede ser muy importante. Nuestro sistema muscular, mantenido en actividad puede actuar con efectividad como una productiva factoría de HDL a partir del colesterol alimenticio, con el doble beneficio del aumento del colesterol de baja densidad.
Lluis Daufí
La Vanguardia-Barcelona
Enviado por el Prof. Abel Inchuste
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